Como ya es tradición el primer jueves de cada mes organizamos una cenita para reunirnos y echar unas risas mientras cuidamos nuestros cuerpos danone. Ayer elegimos la Perla, para quien lo desconozca, se trataba de un bar extremandamente pequeño donde la especialidad son las tapas bañadas en aceite de oliva, un lugar grasiento, sucio y aceitoso.
Manolo, el propietario, había aprovechado el mes de vacaciones para realizar obras en el local. Ha perdido algo de magia, ya no te quedas enganchado en la pared aceitosa como un jersey de lana al belcro. Solo es cuestión de tiempo que el aceite de las fritangas vuelva a las paredes.